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Oscar Romero ha sido una figura que conocí en los años 80 y que de alguna manera ha estado presente en mí debido al testimonio de su vida. Su fe le impulsó a trabajar por cambiar una realidad muy injusta que le tocó vivir. Fue asesinado en San Salvador el 24 de marzo de 1980 mientras celebraba Misa en un hospital. Como arzobispo de esa ciudad, siempre defendió a los más pobres y necesitados, principales víctimas de la guerra civil que azotó El Salvador durante 10 años.
En el año 1989 tuve ocasión de conocer y conmoverme con su secretario y colaborador estrecho, Jesús Delgado, que presentaba en Sevilla una biografía en la que perfila su figura. La casualidad hizo que justo en esos momentos se produjeran los asesinatos de los jesuitas de la UCA, con quienes formaba equipo. Muchos contemplamos cómo Delgado se lamentaba por ser un pastor que no estaba en ese momento con su pueblo, con los suyos. Parafraseando a Romero nos decía que «un pastor no abandona a sus ovejas«. Personalmente pude descubrir en Delgado, en lo que nos contaba de Monseñor, un cambio en la Iglesia, pasar de ser una Iglesia para el culto a una Iglesia del pueblo de Dios que camina unida construyendo un ambiente social distinto, nuevo.
Su primer libro sobre Romero comienza con una cita de Bertrand Russell: «Los profetas, los místicos, los poetas, los hombres de ciencia son hombres cuyas vidas están dominadas por una visión; hombres esencialmente solitarios. Cuando sienten imperiosamente un impulso, comprenden que no pueden obedecer a la autoridad si ésta ordena lo contrario de lo que ellos sinceramente creen que es bueno. Aunque por esta razón suelen ser perseguidos durante el curso de su vida, serán entre todos los hombres aquellos a los que la posteridad rendirá honores más altos».
Aunque los que conocieron a Monseñor -así era conocido por todos-, en particular los salvadoreños, ya le rindieron estos honores, «san Romero de América, pastor y mártir nuestro» en palabras de Pedro Casaldáliga. no ha sido hasta ahora, febrero de 2015, cuando el Papa Francisco ha reconocido oficialmente su martirio autorizando el decreto correspondiente.
La alegría es inmensa por este reconocimiento. Tanto quienes le conocieron como quienes se acercan a él descubren un «hombre de Dios», un auténtico pastor; su fidelidad al evangelio orientó y dirigió sus pasos en la difícil coyuntura salvadoreña.
- Aquí podemos ver la película completa sobre su vida:
- Recomendable la lectura de una entrevista a Jesús Delgado: Monseñor Romero, un prócer de la nueva época de El Salvador.