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Acabo de ver la presentación de ClassInTheBox, un pequeño dispositivo que facilita las clases online de un profesor. Se trata de una idea magnífica de Pablo Márquez que, sin duda, ha venido a responder a las necesidades surgidas en las aulas con la pandemia y el confinamiento. En el Unboxing de la tarde de ayer comprobamos algunas de las cosas que debemos exigir a la tecnología: que sea sencilla y transparente. Todo el tiempo en el aula ha de dedicarse al desarrollo de secuencias didácticas que persigan los objetivos educativos del profesor y la tecnología ha de estar al servicio minimizando las dificultades y no siendo protagonista. A partir de ahí, ofrecer oportunidades a los procesos de enseñanza-aprendizaje. Pablo ha sabido, porque está cerca de los educadores y los centros educativos, idear una respuesta a las necesidades que ha puesto en evidencia la última crisis. Suerte.

Este evento me ha ayudado a pensar en lo educativo, a volver la mirada a la escuela del confinamiento que desarrolló una creatividad que fue la clave del éxito inicial. Ese modelo no puede perdurar y habrá que sacar conclusiones, evaluar la educación y la función de la escuela. Es precisamente cuando más se está hablando de presencialidad, de enseñanza online o híbrida, cuando hemos de interrogarnos y poner siempre el foco en que nuestros alumnos necesitan interactuar, dialogar, compartir experiencias vitales con los compañeros, con sus profesores. Sin relación no hay educación.

Las posibilidades educativas de la tecnología son enormes pero han de ser acompañadas por el desarrollo de mejores prácticas educativas en el profesorado que no olviden el para qué de aquélla. Y, por supuesto, es una tarea de las familias y los profesores no dejar a nuestros niños y jóvenes en la soledad del uso de dispositivos. Ojalá nuestra escuela siga aprendiendo para adaptarnos, como Pablo, al contexto que cambia.