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En nuestra vida tenemos que adoptar decisiones que nos lleven a conseguir esos objetivos o propósitos vitales que nos planteamos. Conocer nuestra realidad, pensar sobre ella, es el punto de partida para desarrollar todas nuestras destrezas y habilidades que nos lleve a cumplirlos y, con ello, a esa situación de bienestar que conlleva.
La manera de conducirnos en ese viaje vital es descrita por Minerva López con la imagen del agua, el fuego o la sal, en su artículo 3 estilos de Liderazgo: el agua, el fuego o la sal. Aunque ella se centra en el liderazgo de equipos, podemos tomar estos símbolos como modos en general de dirigir nuestro comportamiento, de gobernar nuestra persona.
El fuego quema su entorno sembrando el miedo para hacerse obedecer. La sal esteriliza por el individualismo y la falta de empatía. El agua nutre y ayuda a fecundar sacando lo mejor de las personas.
La concepción del agua parece la ideal, por lo que supone de confianza en uno mismo y en los demás, de empatía y colaboración. Sin embargo, muchas veces nos volvemos fuego o sal cuando nos domina la falta de confianza o el miedo que hace que nos volvamos hacia nosotros mismos, o que nuestro comportamiento se vuelva agresivo, egoísta, poco colaborativo…
¿Quieres ser agua, fuego o sal?